miércoles, 28 de octubre de 2015

lunes, 27 de julio de 2015

Algo para recordar.

Texto: Paula Ferrer

Hace unos meses que fui una de las festeras de mi pueblo, Massamagrell, y fue después de un tiempo cuando me empecé a dar cuenta de todas las cosas que viví durante esa semana.




Tengo que decir que a mi particularmente me costó bastante decidir si sería o no festera, pero llegué a la conclusión de que era mi año. Tenía a dos amigas que habían decidido ser,  y si no era con ellas, ya no sería igual esta experiencia. Es una experiencia intensa, en la que ni siquiera tienes tiempo de pensar en lo ocurrido durante el día. Los pocos momentos en los que no hay nada programado los aprovechas para descansar al máximo, y cuando te das cuenta, tienes que estar de nuevo preparando el traje, yendo a la peluquería o a maquillarte.



Aunque no lo creáis me es difícil definir esto, y no porque sea una experiencia extraña, sino porque son un cumulo de sensaciones que pueden parecer contradictorias. Es alegría pero al mismo tiempo son nervios, cansancio y prisas, sobre todo prisas. Pero ante todo son ganas, ganas de que todo salga como esperamos, de disfrutar junto a nuestros amigos, familia y la gente del pueblo.



En mi caso no puedo decir que no haya disfrutado, cada día, en cada pasacalle, en cada acto, en misas y procesiones sacábamos fuerzas y humor. Creo que se nos veía en las caras de satisfacción que hacíamos todos por muy cansados que estuviésemos. Y es que cuando haces algo con ganas, se nota.






Esa semana todo parecía que estaba bien. Es cierto que llevábamos un año preparando todo, pero las cosas no parecen estar del todo hechas hasta que ves el resultado. Es una fiesta en la que no solo eres tú el protagonista, sino un grupo, tanto de chicos como chicas.  








Cada día es diferente, si me tuviese que quedar con alguno sería el día de la presentación. Pero de cada uno de ellos me quedo con algún momento que no cambiaría. El día del chupinazo, en el que damos comienzo a las fiestas, es el día que se coge con más ganas, y en la cabalgata infantil incluso disfrutamos más nosotros que los niños.







Cada vez que veo las fotos, estos recuerdos están tan vivos que parece que revivas el momento, con la diferencia de que no estás en el lugar en el que estabas entonces, pero te acuerdas perfectamente de la sensación en cada momento. Reflejan sentimientos tanto míos como de las personas que estaban junto a mí. Al fin y al cabo esta experiencia es un recuerdo,
 y con eso me quedo.